Los trastornos funcionales son aquellos que manifiestan el “desarreglo” de una función orgánica.
Por distintas causas, con frecuencia lejanas al órgano que padece, éste no produce, “no rinde más”, se hace insuficiente para su cometido. Al principio parece que está únicamente “desarreglado”, porque ni el examen más detenido revela modificación alguna. Este desarreglo es sucedido pronto por una alteración más o menos profunda. En el órgano cuyo funcionamiento está alterado, siempre aparece el desgaste.
Nunca se apreciará lo suficiente la importancia de las causas que pueden provocar o exasperar la irritabilidad del individuo: contrariedades, preocupaciones, penas, etc., cuya acción hubiera podido anularse por una terapéutica apropiada.
Los trastornos lesionales son aquellos que se relacionan con la alteración más o menos profunda del tejido orgánico y con la mayor o menor extensión de la lesión”.
Estas palabras del Dr. León Vannier son claves para que comprendamos, más adelante, la importancia de poder delimitar los trastornos emocionales y funcionales que existen en el climaterio para adecuar una terapéutica correcta.
Durante el climaterio se producen llamativas alteraciones somáticas condicionadas por el nuevo estado endocrino, que marca el comienzo de la involución general.
Con frecuencia hay aumento del peso corporal con distribución uniforme o regional del tejido adiposo que se localiza preferentemente en las caderas y el abdomen. Pero también existen casos de mujeres climatéricas que, por el contrario, pierden peso.
La piel se adelgaza y arruga, perdiendo su tersura característica. El cabello cae parcialmente, los pelos pubianos y axilares ralean.
Suelen observarse alteraciones osteoarticulares, especialmente osteoporosis y artropatías evidenciadas por dolores de rodillas, columna vertebral y pequeñas alteraciones de las manos. Estos síntomas son con frecuencia alguna de las primeras manifestaciones del climaterio. Con frecuencia no se lo relaciona con el mismo y la paciente es derivada al reumatólogo.
Las alteraciones cardiovasculares más constantes son las perturbaciones vasomotoras, denominadas habitualmente sofocos, que pueden persistir meses y años. Se caracterizan por sensación de calor en la parte superior del tórax y cara, acompañada de rubicundez de esas zonas, palpitaciones y opresión respiratoria. Aparecen en forma paroxística varias veces por día o de noche. Su duración es corta y son seguidas por transpiración, de intensidad variable. Cuando son frecuentes y prolongados los sofocos constituyen un síntoma muy molesto.
Es conveniente establecer si los sofocos son diurnos, nocturnos o combinados. En el primer caso, el factor psíquico puede tener una intervención preponderante en su aparición. Si se presentan por la noche durante el sueño, despertando a la mujer, aquél puede descartarse.
Estos síntomas típicos de carencia estrógena dependen del psiquismo de la mujer y de la forma en que se instaló la menopausia. Son mucho más evidentes en mujeres no equilibradas psíquicamente, en las que temen la aparición del vello en la cara con perdida de la libido y de la atracción sexual del cónyuge.
En las climatéricas cuya menopausia tuvo lugar de manera brusca, los síntomas vasomotores son mucho más acentuados, aun prescindiendo del estado psíquico que cuando aparece en forma paulatina, puesto que en este último caso el organismo va adaptándose gradualmente al nuevo estado endocrino.
Es evidente que la constitución psíquica y el temperamento excitable preexistentes influyen de manera manifiesta en la percepción e intensidad de los sofocos.
Es bastante común observar acroparestesia nocturna con sensación, a veces dolorosa, de hormigueo y adormecimiento en los dedos de la mano y de los pies.
En ocasiones existen dolores precordiales que suelen ser de cierta intensidad; se propagan al hombro y brazo izquierdos, y a veces se acompañan de extrasístoles, con la consiguiente sensación de angustia. Las mujeres que llegan al climaterio con lesiones cardiacas de larga data suelen descompensarse en este periodo.
Es frecuente comprobar hipertensión arterial, sobre todo en la postmenopausia.
Ciertas mujeres se quejan de cefaleas más o menos intensas, persistentes o transitorias, de localización variable, pero de preferencia en la nuca.
Los sofocos y las parestesias pueden perturbar el sueño y producir insomnio, que al impedir el descanso contribuye a incrementar el estado habitual de irritabilidad y nerviosidad.
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