Conferencia Homeopatica 2008

EL HOMEOPATA DEL SIGLO XXI
Página 4/9

Autor: MIGUEL ANGEL PAGÉS
Médico Homeópata
Argentina


En la primera consulta nos encontramos ante un extraño, hablamos y escuchamos por una hora o más y pretendemos que hemos encontrado el remedio que lo va a sanar. Pero cuidado, hemos encontrado y con mucho esfuerzo en una primera consulta, el remedio de su forma de estar. Decimos de su forma de estar porque es la imagen que él nos quiere mostrar para que podamos ayudarlo. Una cosa es que concurra por un cuadro lesional característico donde los síntomas mentales tienen relativa importancia y otra cosa es que concurra por un cuadro emocional que prevalece en su motivo de consulta. ¿Es fácil que ante un extraño manifestemos que somos extremadamente celosos, posesivos, indiferentes, que tenemos ira, odio? Evidentemente NO. Siempre vamos a tratar de mostrar lo mejor de nosotros mismos y lo que es peor, desde una sola óptica. ¿Podemos pretender conocer a una persona en una hora? Imposible es la respuesta. Vamos a conocer una parte de él o una manifestación para que lo podamos ayudar. Entonces en esa primera consulta lo vamos a repertorizar por su forma de estar y ese medicamento lo va a ayudar. Con el transcurso del tiempo, luego de varias consultas podemos encontrarnos que conocemos facetas diferentes de su personalidad que no cambian. Con el tiempo conocemos sus vivencias y como ha reaccionado ante cada una de ellas. Es decir, estamos conociendo su forma de ser.

Muchas veces, sino pecamos de soberbia, debemos admitir que nos hemos equivocado en una primera apreciación.
Quiero presentarles un caso que avala lo dicho anteriormente: llega por primera vez a consulta una mujer de 49 años aquejada de un trastorno circulatorio caracterizado por várices dilatadas, inflamadas, que le provocan dolores lancinantes. Durante el transcurso de la consulta muestra un carácter suave, complaciente,  manifiesta que vive con su esposo hace 25 años y que tiene tres hijos. Cuando habla de su hijo mayor, que estudia en la Ciudad de Córdoba, deja escapar una lágrima porque manifiesta extrañarlo mucho. Allí aclara que gracias a la comprensión y el apoyo de su esposo salió de un cuadro depresivo cuando el hijo se marchó. Luego de una hora de consulta, teniendo en cuenta los síntomas mentales, generales y locales le prescribo “Pulsatilla”.

Regresa a los 30 días con una mejoría manifiesta, salvo el dolor de cabeza, que lo había manifestado en su primera consulta que no mejoró. Le indico como complementario “Argentum nitricum” (por la modalidad del dolor). También me manifiesta que se siente muy bien de ánimo, que sigue extrañando a su hijo pero que no llora más.

Pasaron tres meses y concurre nuevamente. Su forma de entrar, de sentarse y de mirarme me llamó la atención. Ya no era la mujercita suave, dulce de las consultas anteriores. Tenía un gesto duro, hasta diría agresivo. Sin preámbulos me cuenta que se separó porque descubrió una infedilidad de su marido en su propia casa. No llora, por el contrario, gesticula y levanta la voz, yo trato de contenerla, suavizando la situación y ella rechaza mi consuelo diciendo que todos los hombres son iguales y que se cubren entre ellos. Manifiesta que le va a iniciar demanda de divorcio porque quiere dejarlo en la calle. Por decepción de amor además de otros síntomas le prescribo “Phosporicum acidum”.

Con el tiempo y a través de otra paciente amiga de ella me entero que el matrimonio estaba en crisis por los celos injustificados de la misma que hacían la convivencia prácticamente imposible: ¿Qué sucedió? ¿Sería “Pulsatilla, Lachesis, Phosporicum acidum”? Con el tiempo y a través de varias consultas que atravesaron el duelo de su separación no tengo ninguna duda de que es “Pulsatilla”. Me pregunto: ¿que hubiera sucedido si la primera consulta hubiera sido justo en el momento de descubrir la infedilidad?

Por todo lo expuesto debemos agregar una similitud entre el remedio y la enfermedad por la forma de ser y de estar. Esto no lo lograremos nunca en una primera consulta, debemos tener paciencia y esmerarnos por conocer a nuestro paciente. Quiero aclarar que existen casos de “libro”, pero estos son los menos.

Aquí tenemos un primer ejemplo del cambio de conciencia del homeópata. Saber esperar y también reconocer que no es fácil encontrar el simillinum en la primera consulta. Estamos ante la presencia del análisis y toma del caso, utilizando la ley de la similitud pero también un criterio de semejanza basado en la forma de ser y de estar.

 

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