Obviamente, esto echa por tierra viejas aplicaciones e interpretaciones de la teoría y da lugar a los conflictos consiguientes con otras Escuelas,  que sostienen y/o a su vez modifican esas postulaciones.

Aquí me parece importante señalar algunos puntos, que hacen a la evolución madurativa que derivó en la formulación de los postulados que hoy aceptamos.

Nosotros, médicos Homeópatas, no somos una excepción en cuanto a que estamos insertos y atravesados por una cultura, que tiene sus códigos y su manera de percibir y conocer el mundo.

Es importante, en principio, que admitamos que no podemos representar lo que vemos, repudiando todas las convenciones. Nuestra mirada forma parte, inevitablemente, de una cultura, una tradición y una época.

Esto ayuda, por un lado, a entender que el hecho de formar parte de esta dinámica cultural, nos impulsó a buscar los cambios. Por otra parte, nuestra forma de representar, por medio de síntomas, la biopatografía del paciente, supone una forma  determinada de percibir.

De esto surge, que en función de estos cambios, la interpretación del Parágrafo 3, acerca de “qué es lo digno de curar en cada paciente en particular” también se ha modificado. La totalidad sintomática y la jerarquización de esa totalidad, serán, o intentarán ser, el reflejo del modelo teórico. Si la comprensión pudo establecerse de modo adecuado, se traducirá en la Similitud Biológica Constitucional.

Esta deberá confrontarse con el medicamento que en las Patogenesias  haya revelado una dinámica sintomática similar, partiendo de la misma Concepción Desviada de Sí

Si podemos percibir ese juicio, en el enfermo será el síntoma “cabeza de fila”.

A este seguirán, en orden de jerarquía los sentimientos, en relación consigo mismo que pongan en evidencia su vulnerabilidad, su minusvalía. En este nivel va a expresar su sufrimiento por la pérdida de los valores espirituales que lo alejaron de su camino trascendente, y determinaron la perdida de su libertad.

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